Me dirigía el pasado miércoles a las 08.00 horas, afortunadamente, a desempeñar esa noble función que es trabajar y, como cada día, en mi vehículo veía un nuevo amanecer con la esperanza de que la sociedad española no fuera golpeada nuevamente por aquellos dime y diretes de unos y otros.
Tenía en mi pensamiento que, quizás, este día hubiera un aire de renovación como consecuencia del debate del estado de la Nación, programado en nuestro Parlamento. Lejos de esa cantinela que cada día nos hace escuchar el conocido locutor sobre si la sociedad duerme, o que se acaba el tiempo para entrar en actividad, o su empeño en pronunciar palabras deformadas, al igual que las que escriben nuestros jóvenes en los mensajes y en las redes sociales, el Sr. Herrera me sorprendió con algo indigno de él.
Al comentar el locutor ese gran acontecimiento político, como es el debate del estado de la nación, y cuya parte más importante es la referida a la proyección de futuro, en un minuto escaso, se convierte el citado periodista en el representante de la España más antigua, carca, antisemita y antijudía que yo, como español y judío, creía ya trasnochada.
Lo lamentable de todo ello no es sólo la exposición de esos sentimientos sino que su posición como comunicador, a la vez que realza sus opiniones, hace más inconcebible que en un medio de comunicación se hagan esas manifestaciones.
En ese escaso minuto, por dos veces, el Sr. Carlos Herrera, refiriéndose a la intervención que tendría en el debate el jefe de la oposición Sr. Rubalcaba, lo hacía diciendo que “hebraría” al Presidente del Gobierno.
Expresión que no puede ser más deplorable en pleno siglo XXI, utilizada en la época triste y gris de la inquisición española, de uso vulgar, que no figura ya en el Diccionario, aunque sí otras similares, análogas y también ofensivas o vejatorias – como judiada, por ejemplo - que la Real Academia Española, por cierto, se negó a eliminar, a pesar de la petición de someterlo a la consideración de la Asamblea General de la Asociación de Academias de la Lengua Española.
Por todo ello, considero que el lenguaje debe ser cuidado en extremo, en beneficio de la sociedad. Relacionar religiones con prácticas nada edificantes, es retroceder en la historia, cuestión por la que no hemos apostado los españoles y que merece un mayor respeto, principalmente de los que utilizan los medios de comunicación...
Abraham Barchilón es abogado.
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