Son muchos los que están convencidos de que así como existe una
universalidad de las leyes físicas que hace que se cumplan en cualquier
sitio y bajo cualquier condición, las palabras significan lo mismo en
distintos idiomas y latitudes, que existe un mundo platónico de
significados común a toda la humanidad. Pero quizás no sea así.
Quizás cuando en Egipto hay elecciones no triunfe la democracia.
Quizás un territorio conquistado por un país, por ejemplo Jordania entre
1948 y 1967, no se considere en algunas lenguas “ocupado” militarmente y
sí en caso de que Israel haya retirado su ejército y gobierno de él
(como Gaza desde 2005). Puede que dos mil palestinos muertos en Siria no
merezcan ser denunciados como masacre, y sí cuando unos cientos son
detenidos con garantías procesales por participar o planificar atentados
terroristas indiscriminados.
Pareciera que las “leyes universales” sirven para todo el universo,
menos para los israelíes. Y con muy poquita imaginación, tampoco se
aplicarían a los judíos. La lógica nos lleva a deducir que estos dos
grupos, prácticamente solapados, viven en un universo paralelo,
sometidos a leyes especiales, ajenas a la condición humana general. Eso
explicaría tantas cosas: por qué han seguido siendo considerados
extranjeros siglos después de afincarse en otras tierras (¿les suena
Sefarad?), por qué nadie les entiende, por qué no se mezclen con los
demás o justamente lo hacen para contaminarlos con su “alienidad” (una
palabra tan fea como “otrosidad”). O como diría (y escribe) Antonio
Gala, “algo habrán hecho” (para merecer, entre otras
lindeces, el Holocausto). No es antisemitismo, podrían decirnos, es una
guerra contra alienígenas.
Viene esto a cuento de la actualidad. Esta semana las fuerzas
policiales españolas detenían a una serie de sospechosos de reclutar
terroristas yihadistas dispuestos a morir matando indiscriminadamente,
en Siria, Irak o “donde se necesite”. Entre ellos, el más importante es
un terrorista juzgado, condenado y encarcelado en 2006 por planificar
una masacre en los transbordadores marítimos de la península a Ceuta.
Sin embargo, en 2012la Audiencia Nacionallo liberó porque los atentados
no se habían planificado contra objetivos “concretos”. Es decir, como no
se encontraron evidencias de a qué persona iban a asesinar, no pueden
ser considerados terroristas. Por favor, la próxima vez informen a los
jueces con antelación -mediante burofax- la lista de personas a eliminar
con sus correspondientes
DNIs.
La pregunta es muy sencilla: ¿estamos todos locos? ¿Qué es peor: la
irresponsabilidad de los jueces dela Audienciapor poner en peligro a los
ciudadanos liberando a estos asesinos potenciales y vocacionales, o la
de los gobiernos que delimitan tanto sus acciones (temerosos de posibles
consecuencias electoralistas)? De cara a las futuras víctimas, ¿qué más
da? Mientras, seguimos con nuestra labor cotidiana, con la esperanza de
que la desgracia no nos alcance. Pura cuestión de suerte.
Seguiremos habitando el universo occidental donde las leyes sirven
para proteger más al culpable que al inocente, propiciando la corrupción
con su lenguaje formal y castigando a la víctima antes que al
victimario. Y mientras lo hacemos, los que hablan otro lenguaje (el del
terror, el del autoritarismo, de la violencia de género, incomprensible
en nuestro universo) sufrirán por los ataques de risa que les da a los
pobres cuando sus abogados les comunican las resoluciones de nuestra
justicia.
Shabat shalom
Jorge Rozemblum es directorde Radio Sefarad
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