16 abr 2013

Nazismo es nazismo, por Abraham Barchilón


Estamos asistiendo estos días a unos hechos lamentables en toda sociedad democrática como son los acosos, intimidaciones e insultos a los políticos, de un partido en concreto, alterando la tranquilidad de sus familiares y convecinos. Y ello con el beneplácito de otros o contribuyendo indirectamente a los mismos bajo el paraguas de la indefinición, o el intento de justificarlos en base a otros males o distorsiones  que  vive la  sociedad española en particular y la occidental en general.

Pero tras el preámbulo, quisiera denunciar públicamente el uso y “manoseo” que se está haciendo, por parte de diversos políticos del PP, del término “nazismo” para definir los   mal denominados escraches cuando, en terminología española, serían actos de “Kale borroka“, es decir,  señalar al que no comparte su forma de pensar o actuar.

Es curiosa la terminología adoptada – escraches- para definir estas actuaciones, y quizás si preguntáramos ¿Qué significan? ¿Dónde y para qué se usaron?, no sabrían decirnos que fue la reacción / protesta de la sociedad argentina ante la impunidad declarada de los asesinos de un régimen pero no la reacción / protesta para coaccionar e intimidar a personas elegidas democráticamente. Aunque la mayoría entendamos su desesperación, ésta debe ser expuesta por otros cauces.          

Para definir ese fenómeno urbano ¿político?,  ¿social?, se viene, por los afectados y sus conmilitones, a  adjetivarlos con el término “nazismo“, ese  movimiento execrable, lamentable, del que primero fuimos víctimas los judíos, después los gitanos y posteriormente los que, en definitiva, eran o decían que eran diferentes a los asesinos  y malvados, que no dementes, que se creían superiores.

El Nazismo provocó una  guerra mundial, un genocidio y cincuenta millones de muertos. Sus víctimas merecen un respeto, que no se cambie el significado de lo que provocó aquella catástrofe humana, por lamentables que sean las nuevas y deplorables formas de las conductas antisociales y antidemocráticas que está viviendo la sociedad española.

Los  términos significan lo que han sido en la historia. Ni las opciones políticas de derechas deben emplear el término “nazismo” para defenderse, ni la izquierda debe ir acusando de “fascista” a los que no comulgan con sus opiniones, pues ambas terminologías tienen, desgraciadamente, la trascendencia histórica que tienen.

Aquellos criminales hechos del nazismo, que provocaron el holocausto, pasaron a la historia bajo el lema “Perdonar pero no olvidar” y ese recuerdo permanente es lo que nos debe llevar a no desvirtuar los términos, pues las nuevas generaciones y la débil memoria histórica de la sociedad española, podrían conducir a equiparar palabras que no son sinónimos y para los que nuestra rica lengua española tiene vocablos suficientes como para definirlos correctamente.

El emplear esa criminal ideología como vocablo para criticar comportamientos actuales, en estos tiempos donde, lamentablemente, comprobamos como en algunos países –Austria, Grecia, Italia…- proliferan movimientos próximos al nazismo, debería llevar a la clase política a cuidar sus denominaciones y pronunciamientos.

Abraham Barchilón es abogado y ha sido miembro de sucesivas juntas directivas de la Comunidad Judía de les Illes Balears


 

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