27 ene 2013

Día Internacional de la Memoria del Holocausto - Palabras para el recuerdo






A continuación reproducimos un texto de Verónica Nehama, colaboradora de la FCJE a propçosito del Día Internacional de la Memoria de las Víctimas del Holocausto y Prevención de Crímenes contra la Humanidad.

Nunca más.Un año más, recordamos a las víctimas del Holocausto – judíos,  gitanos, homosexuales, discapacitados, disidentes de la ideología imperante -  y nuestro espíritu se enreda con las almas muertas de los inocentes que pagaron un tributo exorbitado al odio irracional de sus semejantes.En el majestuoso entorno del Senado de Madrid, los oradores, brillantes, contundentes y categóricos, condenan la crueldad industrializada que segó la vida de millones de personas, en un intento demencial de imponer leyes raciales sustentadas en vergonzantes falacias.La emoción se mezcla con los acordes del violín y el piano, que desgranan notas tristes, tan hondas como el dolor evocado. El encendido de las seis velas- acertadamente blancas- en memoria de los seis millones de judíos, nos hace comulgar con la tragedia de nuestros hermanos martirizados durante la Shoá, y con la grandeza de quienes arriesgaron su vida para salvar a unos miles de perseguidos, una gota de miel en un mar de acíbar. Las voces del coro rasgan el velo de tinieblas y despiertan un ansia de gritar al mundo, habitualmente impasible ante el sufrimiento ajeno: Nunca másNunca más permitiremos la degradación y el exterminio de nuestros congéneres. No volveremos a ser deportados, humillados, hacinados en perreras infames, para ser masacrados, quemados y arrojados en fosas recubiertas de cal viva, todavía palpitantes, o peor aún, con un hálito de vida.Nunca más nos dejaremos llevar como carneros al suplicio. Los sacrificios bíblicos han dejado de tener vigencia. Hoy, por fin, hemos trocado la obligada pulsión de sometimiento, contra la clara conciencia de nuestra capacidad para resurgir de las propias cenizas- por muy duro que resulte el símil.Nunca más seremos el pueblo errante que suplica acogida, bajando la cabeza para acatar normas y leyes cuyo mezquino objetivo era privarnos de una legítima dignidad.Nunca más nos expulsarán de nuestras vidas sin explicaciones ni reconocimiento a nuestro deseo de integrarnos y convivir en paz, contribuyendo al progreso de los países libremente escogidos y dolorosamente amados como propios.Nunca más acataremos decretos inicuos y perversos, basados en parámetros ajenos a nuestra condición humana, el denominador común que engloba a hombres y mujeres de buena voluntad, sin consideración de credos, pigmentación de la piel o filosofía. Deseamos vivir en armonía con nuestros vecinos, contribuyendo al engrandecimiento de nuestras patrias. No somos brotes extraños, somos tan españoles, italianos o canadienses como el resto de los ciudadanos que aman el lugar donde yacen enterrados sus padres y donde han nacido sus hijos y nietos.Esta nueva percepción es sin duda fruto de la certeza de poseer por fin un lugar donde refugiarnos si la locura vuelve a apoderarse del mundo, tan propenso a olvidar los dramas del pasado, tan proclive a trivializar los errores, tan partidario de poner opacos sudarios sobre las muertes supuestamente ajenas. Los judíos tienen hoy un garante de esa identidad, denostada hasta el infinito, con la pretensión de convertir en verdad absoluta las mentiras reiteradas. Israel, su refugio espiritual, los acogerá sin preguntarles su procedencia o estatus económico.Hemos de ser coherentes con la percepción de quienes confunden los términos israelí e israelita, sabiendo que cualquier conflicto con el estado hebreo repercutirá sobre los judíos del mundo entero, estemos de acuerdo o no. Lo más sensato es aceptarlo, y comprender que el rechazo sistemático al estado de Israel esconde- torpemente- un antisemitismo subrepticio y larvado que debemos combatir con la misma contundencia. No pretendemos legitimar todas las acciones de los sucesivos gobiernos de  un estado que ha dado suficientes muestras de su vocación democrática, pero sería deseable otorgar a sus políticas las mismas prebendas que al resto de las naciones, sin dejarse llevar por estereotipos alimentados por la indigna fobia que nos ha acompañado a lo largo de la Historia.Un refugio incondicional -  al que tienen derecho todos los pueblos-  es un garante contra la xenofobia y su tremendo corolario, el exterminio cruel y sistemático.Nunca más.

 

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