19 abr 2013

El espejo invertido, por Jorge Rozemblum


Cuando yo era adolescente y militaba en un movimiento sionista jalutziano (es decir, que abogaba por la vida en las comunas agrarias de los kibutzím), me ofendía oír a quienes se definían como sionistas sin vivir ellos mismos en Israel. Sólo los que hacían aliá (literalmente, ascensión, metáfora de la inmigración a tierras de Sión) eran “dignos” de tal nombre. Poco después, descubría en el sumario destacado de una publicación progresista la siguiente frase: “Los judíos han pasado de víctimas a victimarios”. Años más tarde, ya en Israel, me asombró leer que la Unesco, el organismo más cultural del mundo por definición de su propio estatuto y misión, calificaba al sionismo como una forma de racismo. Por cierto, entonces esa magna institución estaba dirigida por el insigne español Federico Mayor Zaragoza que se prodiga por ahí como amigo de los judíos.
Fue el principio de un largo camino de criminalización. Casi sin notarlo, como si de un cambio climático gradual e inexorable se tratase, Israel pasaba de ser el milagro que reverdecía los desiertos y la tierra de esperanza para un pueblo castigado con el peor de los horrores, a ser retratado en un espejo invertido. De ningún país en situación de conflicto militar (ni Vietnam, Panamá, Líbano, Afganistán, Irak, Sudán, Sierra Leona, Ruanda, Chechenia, Kuwait, Congo, etc.) se han hecho y se siguen haciendo metáforas y analogías con el nazismo. Sólo del país de los judíos.
Gota a gota hemos ido tragando la droga mediática de la desinformación hasta llegar al absurdo punto contemporáneo en que cualquier persona de este mundo que no esté a favor de la desaparición de Israel como estado judío es un sionista, como le espetó (a modo de descalificación personal) una contertulia a Pilar Rahola en un programa de prime time en televisión. Y al envenenamiento masivo hay que sumar el robo descarado de nuestra historia para uso de quienes quieren acabar con ella (y, por ende, con nosotros). Por ejemplo, que Jesús era palestino.
Si antes conté anécdotas de mi lejana adolescencia, déjenme que añada alguna de la de mi hija, en cuya clase y libros de Religión llaman Palestina a la tierra de Jesús. ¿Ignoran todos los profesores y autores de libros de esa asignatura que el nombre de Palestina lo inventa el emperador romano Adriano más de un siglo después de la muerte de Jesús? Lamento confirmaros lo que ya sabéis: que las patrañas no sólo nos rodean desde la extrema izquierda.
Y si no me creéis, leed el Boletín Oficial del Estado del 1 de abril de 2013, en el que el gobierno del Partido Popular (de centro-derecha) publica su decisión de abrir un Consulado Honorario en Gaza. Ustedes se preguntarán a cuántos ciudadanos españoles atenderán: a unos 30, la gran mayoría colaboradores en Organizaciones No Gubernamentales (pero si subsidiadas con los impuestos de los españoles) anti-israelíes. No pro-palestinas (yo también lo soy), sino anti-israelíes, anti-sionistas, en contra de que Israel sea un Estado judío, como defendió por primera vez en la historia de la diplomacia española en las Naciones Unidas la anterior canciller socialista Trinidad Jiménez (¡qué pena que lo hiciera a finales de septiembre de 2011, cuando su partido sabía que tenía perdida la reelección en los comicios que tuvieron lugar justo un mes después!).
Dos meses más tarde, cuando se celebraban los 25 años de relaciones diplomáticas entre España e Israel, el recién estrenado ministro de relaciones exteriores García-Margallo se deshacía en halagos al estado hebreo y se comprometía a un apoyo casi incondicional. Pasaron diez meses y convocó a los medios para anunciar a bombo y platillo la aceleración de los trámites de nacionalidad a los sefardíes (sin novedades desde entonces) justo justo una semana antes de votar en las Naciones Unidas en contra de la petición expresa de Israel y a favor de la admisión de Palestina como estado observador no miembro. Y ahora, en plena supercrisis, nos sorprende con la apertura de un consulado que es todo un espaldarazo para Hamás (grupo calificado terrorista por la Unión Europea) y una bofetada en la cara de los dirigentes de la Autoridad Palestina en Ramala (a los que supuestamente España considera únicos interlocutores válidos para una solución dialogada del conflicto). Parafraseando un conocido adagio de la época de la Transición española a la democracia, “contra Moratinos estábamos mejor”.
Shabat shalom

Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad

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