La manía por aparentar lo que no somos no es sólo un fenómeno
individual, sino que actualmente puede aplicarse a las naciones y los
intentos de mejorar o cambiar su imagen. Valgan de ejemplos, por una
parte Israel, que intenta aparentar una imagen de absoluta normalidad en
medio del caos en que vive; por otra España, que se proclama diferente
cuando la realidad nos muestra un alto grado de similitud no sólo a lo
que hacen los otros países de nuestro entorno, sino incluso a períodos
históricos que creíamos superados.
Decía un viejo profesor que las leyes, en su promulgación, son una
confesión de un uso extendido y abusivo. Por ejemplo, el mandamiento de
no matar surge por el abuso del asesinato. Lo mismo sucede con otras
prohibiciones como el incesto, seguramente especificadas en tiempos
históricos por lo extendido que estaba. De modo análogo, proclamar y
publicitar la imagen de una nación no es más que un ejercicio por
enmascarar lo que todos ven pero no es políticamente correcto decir en
voz alta, como en el cuento del traje nuevo del emperador.
Es lógico que Israel quiera presentarse como una más entre las
naciones: lleva dos generaciones sufriendo la mirada de los modernos
inquisidores que cuestionan una y otra vez su derecho a existir,
herederos directos de aquellos que -como judíos- nos negaban el derecho a
vivir, fuera donde fuera. Cuando uno está expuesto a un ruido
constante, este acaba perdiendo su efecto perturbador y pasa a
convertirse en “ruido de fondo”. El conflicto bélico y terrorista se
convierte en una “música de las esferas” (en la explicación
aristotélica) a la que uno se acostumbra tanto que no le impide
disfrutar y percibir hasta el mínimo murmullo de los elementos
cotidianos, como si viviésemos en un entorno tan habitual como el de
cualquier otro país. “Israel is normal”.
En España queremos creer que vivimos en un país especial. Así
pretenden que pensemos los últimos gobernantes: unos ignorando la
profundidad del precipicio en el que hemos caído, otros intentando
convencernos que con solo mirar hacia arriba ya estamos saliendo del
mismo. Que vivimos en un país que ha sabido aprender de sus tropiezos,
pero que vuelve a toparse una y otra vez con los mismos escollos. Un
país que cambia de camiseta, pero siempre juega contra la misma
portería, sin cambiar de campo. Los ejemplos serían muchos y muy
dolorosos, por ello, permítanme que me concentre sólo en uno muy
personal: ¿en qué ha cambiado (en las acciones, no en las palabras) la
diplomacia española en su relación hacia el conflicto árabe-israelí
desde los tiempos del franquismo?;
¿hay algo diferente de la “tradicional amistad hispano-árabe” y la
política de compensación (los varapalos a Israel van seguidos o
precedidos de un gesto de apoyo a “nuestros“ sefardíes)? “Spain is different”.
Aprendamos ya a vivir con lo que somos: ni tan normales ni tan especiales.
Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad
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Pintada antisemita en el barrio madrileño de San Blas
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