Días pasados escribía sobre el secuestro y asesinato, por miembros
pertenecientes al grupo terrorista Hamas,
aliado del Gobierno de la Autoridad Nacional
Palestina y condenaba, tanto el brutal atentado contra unos jóvenes estudiantes
como el amparo “político” en el que se desenvolvían los autores, Hoy no puedo por
menos, como persona, como ser racional y
principalmente como judío, que condenar sin paliativos, el abominable asesinato del adolescente palestino Muhamad
Abu Khdeir. Una vez dejada constancia de mi personal condolencia a la familia
del también asesinado, sí quiero hacer un análisis que en nada minimiza unos
incomprensibles actos en pleno siglo XXI, como son los asesinatos de inocentes.
Pero sí creo que hace falta hacer un estudio del
tratamiento político, jurídico y gubernamental de ambos casos.
En el primer caso, el secuestro y asesinato de tres
jóvenes judíos, los dirigentes del
territorio que da cobertura a la internacionalmente declarada formación
terrorista Hamas, no emitió condena alguna e incluso, portavoces de los
terroristas, se vanagloriaron de la acción asesina de algunos de sus miembros.
De entre los gobernantes de los países limítrofes con
Israel, sólo el presiente de la
ANP, que ha hecho dejación de su Autoridad en una parte que
se secesionó de su territorio para convertirse en el mayor avispero de
terroristas, manifestó, sospecho que para salvaguardar sus relaciones con los
EEUU, una tenue condena.
En el también triste caso del asesinato de Muhamad Abu
Khdeir, ha quedado constatado como, desde el primer momento, el Estado de
Israel, por medio de su primer ministro,
Benjamín Netanyahu, habló con el padre del citado joven y le manifestó, textualmente:
“quiero expresar mi indignación y la de los ciudadanos de Israel por el reprobable
asesinato de su hijo” y añadió “hemos actuado con
inmediatez para detener a los asesinos. Los llevaremos a la justicia y haremos
caer sobre ellos todo el peso de la ley.”
En el ámbito
policial y jurídico, de los autores del triple asesinato de los jóvenes judíos,
nada se sabe, ni se ha abierto investigación alguna. Mientras tanto, en Israel,
ante tal dislate de la sensatez humana, los investigadores de la policía y del
Servicio de Seguridad General (Shabak), consiguieron
que tres de los seis sospechosos confesaran y reconstruyeran el crimen de
Muhamad Abu Khdeir en el área donde su cuerpo fue abandonado, en un bosque en
las afueras de Jerusalén.
El Tribunal de Petaj Tikva, que dictó la detención de los sospechosos,
decretó el secreto de la actuaciones para una mejor investigación alejada de
toda contaminación emocional y evitar que la divulgación interesada de las
declaraciones pudiera provocar reacciones en uno u otro sentido, desvirtuando
el fin principal de la investigación: el esclarecimiento de los hechos, para la
correcta aplicación de la Justicia.
La cordura de los seres humanos no siempre es controlable
y puede escapar, como en los dos casos citados, a los más elementales
fundamentos de cualquier religión, como es la vida, pero en estos tristes casos
es cuando los países deben hacer prevalecer, por conducto de sus legítimos
gobernantes, los que deben ser los ejes rectores de una organización democrática, dejar pública constancia de que se rigen por
el imperio de la ley y que su finalidad es asegurar y mejorar
la vida y el bienestar de sus ciudadanos, como en el caso de Israel, y
no la que figura en los Estatutos del
movimiento terrorista Hamas, que es la destrucción del Estado de Israel.
Frase destacada
“Quiero expresar mi indignación y la de los
ciudadanos de Israel por el reprobable asesinato” Benjamín Netanyahu