Ayer 26 febrero tuvo lugar en la Universidad La Salle de Madrid el Seminario "No en nombre de Dios" que contó con Mario Stofenmacher de Bet-El como representante de la Federación de Comunidades Judías de España.
Retranscribimos a continuación la nota de prensa y manifiesto resultados del seminario.
Las religiones rechazan todo fundamentalismo
y testimonian que es posible un mundo de paz
y justicia
“Hemos venido a
denunciar toda violación de los derechos y libertades inalienables de cualquier
ser humano. Hemos venido a rechazar toda instrumentalización de la religión, y
del nombre de Dios, para violentar a cualquier persona. Estamos seguros de que
en nombre de Dios no se puede violentar nunca a nadie, no se puede justificar
ninguna violencia o injusticia. Para nosotros, en nombre de Dios no se puede. Pero
tampoco se puede hacer en nombre de una persona, de un poder, de una cultura,
de una ideología”.
Estas palabras
forman parte de manifiesto de las religiones por la paz que se ha proclamado en
la clausura del IX Seminario del IERMA (Instituto de Estudios sobre Religiones
y Mundo Actual), de la Universidad de La Salle, celebrado en Madrid el pasado
jueves, 26 de febrero.
Además de
mostrar su rechazo a la violencia y a todo fundamentalismo, las religiones han
testimoniado con su trabajo y sus proyectos que otro mundo sin violencia es
posible en condiciones de paz y justicia.
El colegio de los Hermanos de La Salle en Jaffa, en
Israel, y la Universidad de Belén, en Palestina, también de La Salle, han
compartido su experiencia mostrando que es posible convivir en paz con
diversidad de credos, incluso en contextos complicados. Ambas realidades
educativas se han presentado en el Seminario del IERMA como oasis de paz para
alumnos, familias y profesores siendo estos de diferentes religiones.
En la intervención inaugural del Seminario se han
abordado también los recientes acontecimientos de París, de Copenhague, de los
21 cristianos coptos condenando expresamente estos actos fanáticos y
denunciando que estas situaciones, cuya lista es lamentablemente larga, son
demasiadas y deben cesar lo antes posible.
El director del IERMA, Carlos Esteban Garcés, ha reivindicado la dignidad de toda persona
como referencia inalienable para todas las culturas, los pueblos, las
ideologías, pero también para todas las religiones. Solo desde esta dignidad
humana se puede comprender a fondo el sentido y los límites de la libertad,
también de la libertad de expresión.
El profesor Esteban Garcés ha explicado en qué medida Je suis Charlie, nosotros lo somos porque
ningún acto violento tiene justificación y las víctimas merecen nuestra sincera
solidaridad. Pero también ha indicado en qué medida Je ne suis pas Charlie, no lo somos porque comprender bien la
libertad, la de expresión como todas las otras, solo puede hacerse en
referencia a la dignidad humana de la que emana, y estando así referida a la
dignidad, no puede absolutizarse hasta violentar a las personas.
Además de los proyectos educativos de los Hermanos de La
Salle, han compartido su perspectiva diversos representantes de algunas tradiciones
religiosas. Luis Morente, asesor de la Federación de Comunidades
Budistas de España, ha explicado que desde el punto de vista budista, el
ejercicio de la violencia en nombre de Dios es un contrasentido que debería
suponer el replanteamiento de la propia religión que la origina. Ninguna idea,
ha añadido, capaz de producir muerte o sufrimiento puede ser llamada religión.
Mario
Stofenmacher, Rabino de la Comunidad Judía Masorti BET-EL, en representación de la Federación de Comunidades Judías de España,
ha comentado que vivimos en una época en la que
hemos conquistado la sanidad, la seguridad, el bienestar, etc, pero estas maravillas
construidas durante generaciones desaparecen y se diluyen cuando la violencia
se hace presente. No podemos construir desde la violencia, ha denunciado,
invitando a trabajar, perseguir y cuidar los pilares sobre los que se sustenta
el mundo, la creación de D’s: la
justicia, la bondad y la paz.
El mundo ha sido creado para nosotros. Somos por tanto
nosotros los responsables de esta tarea
Sami El Mushtawi
director del
Departamento Cultural del Centro Cultural
Islámico de Madrid, ha proclamado que el islam rechaza la
violencia en todas sus formas y aboga por la paz. Ha denunciado que no existe
un estado islámico propio de la religión musulmana, porque creen en el Estado
civil. El vocablo SALAM, paz, -ha explicado- es constantemente reiterado en El
Corán, la paz es uno de los nombres de Dios. Dios invita a la morada de la paz
e informa que la Paz predominará entre los moradores del Paraíso (10:10). Estoy
seguro, ha añadido, que en todas las culturas y religiones hay gente capaz de
tolerar, de comprender y de dialogar con los demás, espero que se unan para
hacer un mundo mejor.
Ana Calvo Tello,
en
representación de la Federación de
Entidades Religiosas Evangélicas de España, ha indicado que los
evangélicos y protestantes creemos que Dios es amor y esto nos debe impulsar a
respetar a los que son diferentes a nosotros, a reconocer la dignidad del
prójimo y su derecho a vivir con nosotros. El mensaje de Jesucristo nos insta a
renunciar a la violencia y a trabajar a favor de la reconciliación y resolución
pacífica de los conflictos. Debemos comprometernos también a denunciar a los
que se amparan en la religión para ejercer la violencia, no son nuestros ni
representan nuestra creencia, denunció. Concluyó citando un discurso de Martin
Luther King en 1964, en la Universidad de Oslo cuando fue galardonado con el
Premio Nobel de la Paz: “Tarde o temprano todos los pueblos del mundo
tendrán que hallar una manera de vivir en paz y con ello transformar este
lamento universal en un creativo Salmo de hermandad (…). Me
niego a aceptar la desesperanza como la respuesta final a las ambigüedades de
la historia (…). Creo
también que un día, toda la humanidad se inclinará ante el poder de Dios”.
El Seminario ha concluido con la proclamación de un
manifiesto que expresa el sentir compartido de todas las tradiciones religiosas
presentes en el acto, también algunas que estuvieron presentes y no
intervinieron explícitamente. El manifiesto se apoya en el discurso de Martin Luther King, de 1963, Yo tengo un sueño. Actualizado ahora
como Nosotros tenemos un sueño de paz
entre las religiones y para todo el mundo.
Manifiesto
de las religiones por la paz
El discurso
de Martin Luther King, pronunciado el 28 de agosto de 1963 desde las
escalinatas del Monumento a Lincoln durante la Marcha en Washington por el trabajo y la libertad,
Está
considerado como uno de los mejores discursos de la historia, y tiene
significativas referencias bíblicas.
Hoy queremos parafrasear aquel discurso, nos apoyamos en Martin Luther King para prolongar su sueño y ampliarlo.
Actualizamos aquel sueño que era “de
esperanza para millones de esclavos negros,
chamuscados
por las llamas de una maldita injusticia”, y hoy
queremos que sea esperanza de paz y justicia para
todos los hombres y mujeres de nuestro planeta, de
cualquier edad, y en cualquier rincón del mundo.
Hace
cien años, empezaba en 1963 Luther King, hace
miles de años, decimos nosotros hoy aquí, la humanidad empezó a soñar un cielo
nuevo y una tierra nueva, empezamos
a soñar una utopía de paz para todo el mundo, un
proyecto de libertad, de justicia, de fraternidad para toda la humanidad. Este
sueño humano comenzó hace mucho tiempo
en
algunas personas y pueblos de nuestro historia.
Pero,
hoy, cien de años después, decía Luther King, cientos,
miles de años, decimos nosotros, aquella utopía del cielo y la tierra
nuevos para todos y todas todavía no se ha hecho realidad.
La
injusticia y la violencia, la opresión y la tiranía, los fanatismos y
fundamentalismos, siguen lacerando a demasiadas personas. Se
violenta la dignidad humana desde las ideologías, desde los poderes, desde algunos pueblos y culturas, pero
también desde las religiones, también se violenta en nombre de Dios.
Por eso, hoy hemos venido aquí, decía Luther King, a renovar nuestra esperanza en la
humanidad, nuestro
sueño de paz y justicia, decimos nosotros.
Hemos venido a denunciar toda violación de los
derechos y libertades inalienables de cualquier ser humano.
Hemos venido a rechazar toda instrumentalización de la religión, y del nombre de
Dios, para violentar a cualquier persona.
Estamos
seguros de que en nombre de Dios no se puede violentar nunca a nadie. No se
puede justificar ninguna violencia o injusticia. Para nosotros, en nombre de Dios no se
puede. Pero
tampoco se puede hacer en nombre de una persona, de un
poder, de una cultura, de una ideología.
Es
obvio, pues, que hemos incumplido aquellos sueños utópicos de los inicios de la
humanidad.
Pero
no estamos al final, sino al principio, decía Luther King.
Tenemos
esperanza.
No habrá descanso ni tranquilidad, decía Luther King, hasta
que alcancemos esa utopía de la fraternidad humana, una
misma familia, con diversidad de colores, con toda la gama posible de colores. No habrá descanso ni tranquilidad, actualizamos el sueño de
Luther King, hasta
que sea posible una convivencia de todos los pueblos, culturas y religiones del
mundo entero, una convivencia pacífica y justa.
Y si
nos preguntaran, como se cuestionó el propio Luther King, ¿cuándo estaréis satisfechos? Decimos,
como él dijo, nunca!
Nunca
mientras haya personas y pueblos que no alcancen plenamente todos
sus derechos y libertades fundamentales. No
estaremos en paz mientras haya fanatismo en las religiones, en
las ideologías, en las culturas, en los pueblos.
No
estaremos satisfechos mientras haya fundamentalismo religioso o de
cualquier otra forma. No
estaremos satisfechos mientras haya violencia, opresión, tiranía, injusticia,
maltrato, tráfico de personas, guerras, esclavitudes, etc, lamentablemente,
etc.
Renovamos con Martin Luther King su
discurso,
“Hoy tengo un sueño”, tenemos
un sueño, un inmenso y apasionante sueño. Un
sueño profundamente arraigado en la humanidad y
también en el Dios de todos nosotros.
Sueño, decía él, soñamos, decimos nosotros, que
un día la humanidad se levantará y comprenderá el verdadero significado de
que “todos los seres humanos somos creados iguales”.
Sueño, decía él, soñamos, decimos nosotros,que
llegará un día en que en nuestras casas “los hijos de los antiguos esclavos y
los hijos de los antiguos dueños de los esclavos se podrán sentar juntos a la
mesa de la hermandad”.
Sueño, decía él, soñamos, decimos nosotros, que
nuestros pueblos “sofocados por el calor de la injusticia y de la opresión, se
convertirán en un oasis de libertad y justicia”.
Sueño, decía él, soñamos, decimos nosotros, que
“nuestros hijos vivirán en un mundo en el cual no serán juzgados por el color
de su piel”, ni por su religión, ni por su cultura, o su riqueza o pobreza,
“sino por su sola personalidad”.
“Hoy tengo un sueño”, decía Martin
Luther King, hoy –decimos nosotros– todas las religiones y también todos los
pueblos, tengan o no religión, tenemos un sueño.
Soñamos
–palabras suyas– “que algún día los valles serán cumbres,
y las colinas y montañas serán llanos,
los sitios más escarpados serán nivelados
y los torcidos serán enderezados,
y la gloria de Dios será revelada,
y se unirá todo el género humano”.
Esta es nuestra esperanza. Esta es
nuestra fe
–decía Martin Luther King –.
“Con
esta fe podremos trasformar el sonido discordante de la humanidad entera, en
una hermosa sinfonía de fraternidad.
Con
esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel
juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.
Ese será el día cuando todos los hijos
de Dios podremos
cantar el himno con un nuevo significado,"Mi
país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra
de libertad donde mis antecesores murieron, tierra
orgullo de los peregrinos, de
cada costado de la montaña, que repique la libertad".
Cuando llegue ese día en el que “todos los hijos de
Dios, negros
y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan
unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro:
"¡Libres al fin! ¡Libres al fin!
Gracias
a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"