En las últimas semanas, y a un ritmo creciente, observamos cómo la
palabra “judío” va dejando de atribuirse a personas reales para
convertirse en un argumento político nacional. El último de estos
despropósitos ha tenido lugar en el Parlamento de Galicia, cuando el
líder de la formación nacionalista de izquierdas AGE acusó al presidente
de dicha comunidad y a su partido de actuar como los nazis contra los
judíos. Lo perverso del caso es que dicho parlamentario y su formación
son justamente los que han evitado que este año, como se había hecho en
precedentes, la cámara gallega emitiera una declaración en el Día
Internacional dela Memoriapor las Víctimas del Holocausto.
Apenas unos días antes, la número dos del Partido Popular acusaba a
los grupos de “escrache” (acoso personal a los políticos) de nazismo
puro, tergiversando una vez más la historia, como si el acoso de los
nazis hubiera sido contra el gobierno (que en realidad ejercían). La
respuesta no fue mucho mejor, porque la número dos (esta vez del partido
principal de la oposición) del PSOE reaccionó a la declaración anterior
recomendándole que oyera el testimonio de “los muchos sobrevivientes
del Holocausto que hay en nuestro país”. ¿Cuántos son “muchos” y cuántos
testigos del acoso a los judíos antes de la puesta en marcha de su
asesinato sistemático? ¿Los que se cuentan con los dedos de las manos?
Tanta ignorancia, incluso en gente
cultivada en muchos otros aspectos, no es más que el reflejo del total
desinterés por el mayor crimen del siglo XX, al menos en su faceta real e
histórica, aunque resulte muy provechosa como símbolo y arma política
arrojadiza.
Gracias a Hollywood y la televisión hasta el más iletrado entiende
hoy que los nazis son los malos de las películas. Pero no sucede lo
mismo con la víctima, el judío, a quien el odio más ancestral de la
civilización humana no permite digerir que se le atribuya el papel
contrario, más allá de los discursos retóricos. Una vez más, el buen
judío, el judío ideal, es el judío masacrado. Ello constituye, sin
ningún género de duda, un insulto aberrante para los sobrevivientes:
aquellos que lograron salvarse físicamente del exterminio y aquellos (el
resto de TODOS los judíos) que logramos salvarnos porque el
exterminador no había llegado al país en que habitábamos, nosotros o
nuestros antepasados en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. La ligereza
con que cualquiera (incluidos aquellos que determinan los titulares de
la prensa y los medios, y de las agendas nacionales) puede usarnos como
“personajes” de su historieta particular para, por ejemplo, compararnos
con un alumno que no recibe suficientes asignaturas en la lengua oficial
del estado, es una aberración histórica y una bofetada para un
colectivo al que siempre presumen defender y con quien pretenden
identificarse.
Ahora resulta que todos somos judíos, incluso quienes pretenden
acabar con nosotros: ¿les suena la patraña del genocidio judío hacia el
pueblo palestino? Se roba nuestra historia y se la apropia Hamás, que
también son judíos según esta visión deforme. Y las ONGs españolas que
pululan en Gaza son los Justos Entre las Naciones que vienen a ayudar a
los “judíos” gazatíes (¡igualito que lo hicieron durante el Holocausto
verdadero!). No. Basta de retorcer las verdades para que quepan en los
bolsillos de la mentira. NO TODO EL MUNDO ES JUDÍO.
No voy a hacer un ejercicio de retórica rabínica para señalar quién lo es según las leyes de la halajá.
Sirva la definición que Israel utiliza desde que proclamóla Ley del
Retorno para significar a quién tiene derecho a la ciudadanía en el
estado de los judíos: los mismos a los que se les aplicaron las leyes
raciales de Nuremberg durante el nazismo, todo aquél perseguido por ser
quien era, no por lo que hiciera, pensara o a quién rezara. Esos somos
los judíos. A los escasos que demostraron su dignidad y nos protegieron
(ninguna nación, sólo individuos) les estaremos siempre agradecidos y
los elevaremos al altar de los Justos, ya que no veneramos a santos. A
los demás les rogamos un ejercicio de higiene lingüística y conceptual
para no ser
cómplices involuntarios de los “malos de las películas” y sus prácticas
de deshumanización. Antes de hablar DE los judíos, hablen CON los
judíos.
Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad, este escrito acompañó el pasado viernes la presentación de los contenidos semanales de Radio Sefarad.
Pintada antisemita en el barrio madrileño de San Blas
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