La semana pasada uno de los protagonistas de los informativos de todo
 el mundo fue el ex espía estadounidense Edward Snowden, que con sus 
gafas y juventud parecía protagonizar uno de esos juegos de ¿Dónde está 
Wally?, entre la terminal de Moscú y el avión presidencial boliviano. 
Mientras, soltaba un “bombazo informativo”: los servicios secretos de 
EE.UU. e Israel estaban detrás del desarrollo del virus Stuxnet que 
paralizó hace unos meses el programa nuclear iraní. En la Argentina 
contestamos a este tipo de informaciones con la expresión “chocolate por
 la noticia”, que nadie sabe muy bien de dónde viene, pero sí qué 
significa: una obviedad, algo que todo el mundo sabía y que quien lo 
cuenta parece el último en enterarse. ¿Quién pensaban
que había invertido tantísimo tiempo y recursos para fabricar el primer 
virus que afecta a la fabricación industrial? ¿Los “encaretados” de 
Anonymous?, ¿los genios tecnológicos de Arabia Saudí? ¿O los ganadores 
de un concurso de innovadores de la Unión Europea?
También llama la atención que justamente un ex trabajador de la 
agencia nacional americana de seguridad (un espía sin el glamour de un 
007) quiera advertir al mundo sobre qué consiste la labor de la 
inteligencia antiterrorista: investigar por los medios que haga falta 
para evitar la muerte de ciudadanos. Y si los que pretenden matar se 
fabrican sus armas con tubos metálicos presuntamente dedicados a 
desagües urbanos (como en la Franja de Gaza), pues habrá que rastrear 
las compras de este “inocente” artículo. Y si una red yihadista utiliza 
para comunicarse el Facebook, lo lógico es que se acceda como sea a sus 
mensajes.
Los defensores de la legalidad por encima del derecho humano básico a
 proteger la vida están escandalizados por estas prácticas, cuando la 
mayoría de las informaciones sobre las mismas proceden de prácticas 
ilegales como Wikileaks. Por cierto, ¿recuerdan el rubor que aquellos 
emails provocaron en las cancillerías de todo el mundo? Bueno, no de 
todo el mundo: en sus correos privados, los altos responsables israelíes
 decían lo mismo que manifestaban en las ruedas de prensa: ¡vaya falta 
de diplomacia decir las verdades en público! Los defensores de la 
legalidad por encima de todo tampoco hacen ascos a la publicación de la 
“contabilidad de tendero” del tesorero de un partido (siempre que no sea
 el suyo), pero seguramente se sentirán ofendidos si se pincha la línea 
telefónica
de un sospechoso, no sea que nos acusen de hacerlo por racismo e 
islamofobia.
Y para aquellos sorprendidos de que los EE.UU. espíe a sus “socios y 
aliados” europeos, sacaremos nuevamente de paseo nuestro “chocolate por 
la noticia” para informaros que es práctica habitual también en sentido 
contrario (aunque, seguramente, con bastante menos capacidad técnica). 
Es decir, por si alguien aún no lo ha pillado, que nuestro país espía a 
los EE.UU., aunque más a los socios europeos (más todavía en estos 
tiempos de crisis y controles, especialmente de Bruselas para arriba), y
 todavía más y más barato a nuestros “hermanos” latinoamericanos 
(destino preferente de muchas inversiones empresariales locales y que, 
por tanto, afectan a la “seguridad económica” nacional). Podéis creerme o
 esperar a que un Snowden hispano tire
de la manta y os llevéis las manos a la cabeza, mientras otros con un 
poco de mala uva y mucha soberbia diremos aquellos de: “chocolate por la
 noticia”.
Shabat Shalom
Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad
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Pintada «judios genocidas» en el muro de un colegio en Roquetas de Mar
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Pintada con el texto «judíos genocidas» en el muro de un colegio de 
educación infantil y primaria de Roquetas de Mar
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Hace 1 día
 
 

