29 abr 2015

Reseña del seminario "Hijas de la Shoá" en Madrid



A mediados de mes el Consejo Español de Mujeres Israelitas (CEMI) que realiza actividades periódicas en el seno de la Comunidad Judía de Madrid, organizó el seminario Hijas de la Shoá con motivo de la cercanía con Yom HaShoa y en memoria de la compañera Gisela Lerner Z"L.

A continuación el resumen personal del evento por parte de Verónica Nehama, profesora y escritora, colaboradora de la Federación de Comunidades Judías de España y vice presidenta de CEMI.


Sobre Gisela Lerner:

Nuestra amiga Gisela era, como todas las compañeras de CEMI, una mujer excepcional. Vivió deprisa como si presintiera que su vida no iba a ser tan larga como deseaban quienes la querían. Activa, dinámica, entrañable, culta, sincera y leal, Gisela siempre estaba dispuesta a ayudar y colaborar. Casada con 16 años, médico con 24, siquiatra con 28, inició su brillante trayectoria profesional en Venezuela y tuvo la intuición y la valentía de marcharse cuando intuyó la llegada del totalitarismo. Había conquistado con su esfuerzo el derecho a elegir libremente el país donde quería vivir y trabajar. Se instaló en España, convalidó su diploma universitario, y ejerció con notable éxito la actividad que la apasionaba.

Su familia era su prioridad, pero nunca descuidó a sus amigas y su presencia en CEMI era testimonio de un aprecio y cariño, ciertamente recíprocos. Su imponente presencia, su simpatía y erudición la capacitaban para intervenir en todos los debates, aportando su visión personal fruto de una dilatada experiencia que nos invitaba a compartir. CEMI nunca olvidará su talante generoso, su entusiasmo por participar en nuestros eventos y su adhesión a una organización para quien todas y cada una de las integrantes son únicas e irrepetibles. Nuestro afecto por la amiga y compañera merecía este pequeño homenaje.



El Seminario tuvo lugar en el salón de actos de la Comunidad Judía de Madrid e intervinieron cuatro ponentes.

Doña Eva Leitman Bohrer, nuestra co-Presidenta, presentó el acto e hizo una breve semblanza histórica, remarcando que solo se hablaría de la SHOÁ y los 6 millones de mártires judíos asesinados por un pecado que no habían cometido. Eva nos relató su nacimiento en condiciones infrahumanas, y su milagrosa supervivencia en Hungría que le dejaría secuelas de raquitismo y angustia. Su odisea la llevó a sucesivas migraciones y exilios, de Marruecos a España, donde su madre y su tía regentaban un restaurante de comida húngara que atraía peligrosamente a los alemanes residentes en Madrid. Nos habló de su asistencia a la distante escuela de Tánger donde acudía a lomos de un burro, de su estancia en Venezuela, y su regreso a Madrid, siempre en compañía de su emblemática e irrepetible madre, nuestra querida Katy a quien todos recordamos con inmenso cariño. Eva nunca olvidó su terrible infancia y no posee ningún recuerdo feliz de una etapa que debería constituir la patria idílica de cualquier adulto. Conjuró sus vivencias negativas siendo un miembro activo y ejecutivo de la Comunidad Judía de Madrid.

Doña Alicia Kaufman, doctora en sociología, catedrática en la Universidad de Alcalá, prolífica escritora, y activa conferenciante internacional, habló de la catarsis voluntaria de su madre, que abundaba en relatos y vivencias de la Shoá. Tal profusión de información tuvo en ella el efecto contrario, y durante décadas se resistió a abrir los candados de su alma, encerrando durante años el relato materno en el fondo de su mente. Sin embargo la verdad busca caminos insospechados para salir a la luz, y acabó comprendiendo la necesidad del testimonio, para dejar constancia de hechos que no deben repetirse y que merecen al menos el homenaje del recuerdo. Luchó hasta ver publicado un libro de memorias dictado por su progenitora, que ha sido finalmente editado por el museo Yad Vashem. Cumplió el mandato transgeneracional de devolver a través de la memoria una historia que no merecía el olvido. El libro será presentado el 5 de mayo

Doña Rajel Abecassis, filóloga y traductora de Yiddish- su lengua materna- y de hebreo, escritora y conferenciante, nos ofreció una narración sobrecogedora de su nacimiento en el guetto de Varsovia, para transportarnos al infierno de su periplo por Siberia y su trágica repatriación a Polonia, la madrastra que había masacrado su familia y destruido su perspectiva de futuro. Nos relató las palizas y las injurias, el hambre y el frío, pero lo que nos estremeció fue la atmósfera de soledad que rodeó su infancia y adolescencia y sobre todo las vejaciones continuas e inmerecidas. Nos conmovieron particularmente las injusticias sangrantes y los desprecios que sufrieron los supervivientes, que lejos de ser acogidos por el mundo como héroes se sintieron nuevamente marginados y excluidos por quienes les debían al menos el reconocimiento del martirio. Ni en Estados Unidos, ni en Europa, y ni siquiera en Israel, se sintieron valorados e integrados y vivieron hasta los años 50 en campos de refugiados. No pedían compasión, solo JUSTICIA, una entelequia que nadie fue capaz de ofrecerle. , Afortunadamente, recuperó en Israel, la patria eterna de los judíos, la ilusión de vivir, y se trasladó posteriormente a España.

Doña Verónica Nehama, licenciada en Ciencias Químicas, profesora y escritora, narró sus vivencias como sefardita, un grupo que padeció la Shoá con menos intensidad que los judíos ashkenazíes, si bien su familia paterna tuvo el luctuoso privilegio de pertenecer a la comunidad de Salónica. El 98% de los judíos salonicenses fue deportado y exterminado en Auschwitz, donde murieron 47 miembros de las familias Benveniste y Nehama. A pesar de ser expulsada de Egipto en 1956, Verónica declaró no haber sido consciente del antisemitismo que surgió en su Alejandría natal, donde los judíos parecían una de las élites privilegiadas. El silencio voluntario de sus padres, que eligieron educar a sus hijos lejos del odio y el rencor legítimos que ellos sentían, la mantuvo en una tranquilizadora inopia, hasta descubrir, 50 años más tarde, la tragedia familiar relatada por una tía superviviente del Holocausto. El estupor, y el sentimiento de traición si no dejaba constancia de la historia, la empujaron a escribir “Las Turquesas Mágicas”, un homenaje a los muertos y un testimonio para sus descendientes. Era una manera de reparar la segunda muerte que supone el olvido y recuperar sus raíces y la conciencia de su identidad.

El acto se cerró con una reflexión sobre la evolución del antisemitismo que comenzó afirmando “No podéis vivir entre nosotros como judíos”, lo cual abrió la puerta a las conversiones forzadas. A continuación nos espetaron “No podéis vivir entre nosotros” lo que propició las deportaciones y expulsiones, cuyo corolario final “No podéis vivir”, posibilitó el intento de exterminio industrial que culminó en la mayor tragedia del nefasto siglo XX. Las virtudes características de nuestro pueblo, tesón, solidaridad, corporativismo, respeto a la tradición y la familia, amor a los hijos o búsqueda de trascendencia, son probablemente la consecuencia de tantos avatares inmerecidos. Somos un pueblo que pondera el libre albedrío, y busca el “Tikún Olam” en vez de lamentarse y “expiar el pecado original”, pues consideramos que ser judíos no es solo un privilegio sino una responsabilidad

Respecto al perdón que nos exige una sociedad deseosa de enterrar el pasado para vivir en paz, hicimos una reflexión conjunta sobre la frase de Hannah Arendt “No se puede perdonar lo que no se puede castigar, ni castigar los que no se puede perdonar” Solo los agraviados tienen derecho a otorgar el perdón, lo que convierte el asesinato en imperdonable…Máxime cuando los culpables, activos y pasivos no expiaron sus crímenes ni se arrepintieron.

El perdón es una prerrogativa individual y libre y reclamamos nuestro derecho inalienable A RECORDAR, sabiendo que la redención solo será posible a través de la Memoria, el Testimonio, y la Esperanza.

El debate final aportó nuevas visiones y evocó recuerdos que nos permitieron unirnos en una comunión de sentimientos y emociones.

Una vez más, CEMI se sintió orgullosa de reunir a las compañeras para compartir experiencias personales, que acaban formando parte de nuestra memoria colectiva y del acervo cultural del pueblo judío.

 

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