Esta
semana, el periódico digital “Público” titulaba una noticia “Las
víctimas españolas de nazis y franquistas, excluidas en el homenaje del
día del Holocausto”, cometiendo una doble falta: porque el acto que se
celebraba en el Senado no tenía nada que ver con el franquismo, y porque
sí se rindió homenaje a las víctimas españolas del holocausto,
encendiéndose una de las seis velas en su memoria. También se recordó
expresamente a ese colectivo en el acto celebrado en la Asamblea de
Madrid.
Antes
de que el periódico rectificara la noticia, por la intervención de la
Amical de Mauthausen, representante de los republicanos españoles
deportados, aparecieron comentarios de furibundos antisemitas, de los
que sólo podía distinguirse si eran de izquierda o neonazis por los
logos que los acompañaban, como el que tras la bandera brigadista
tricolor apunta: “los israelitas (sic) quieren ser las únicas víctimas
del nazismo, que asesinó españoles, gitanos, homosexuales y tres o
cuatro veces más de rusos que de judíos”. Los colectivos minoritarios
citados fueron todos ellos homenajeados en los actos.
No así los rusos (ni los alemanes, franceses, japoneses, británicos o
estadounidenses) ya que murieron en una guerra, y no como parte de un
genocidio sistematizado al que no interesaba la nula peligrosidad o
enemistad de este pueblo (incluidos los niños), sino su supuesto
componente racial.
Resulta
especialmente doloroso que estas falsedades y comentarios procedan de
algunas asociaciones que defienden la memoria de los caídos en el bando
republicano en la Guerra Civil Española, ya que, de los 40 mil
brigadistas internacionales, la quinta parte eran judíos de diversas
partes del mundo, el segundo contingente más numeroso. Algunos llegaron
de la Palestina bajo mandato británico, pese a la situación de masacres y
hostigamiento a que estaban siendo sometidos por los árabes (antes del
48, el 67, el 73, etc.). Pero su espíritu internacionalista en la lucha
contra el fascismo (no olvidemos la estrecha colaboración del
régimen nazi con el bando nacional) llevo a que, como el título de un
reciente documental, prefirieran defender “Madrid antes que Hanita” (el
nombre de un kibutz, una comuna agrícola).
Muchos
de ellos no pudieron retornar al finalizar la guerra española, ya que
los británicos les habían retirado el pasaporte, pero no dudaron en
volver para combatir junto a sus hermanos en la Guerra de la
Independencia de 1948, que estalló en el momento en que Israel hizo
efectiva la declaración de estado soberano decidida por Naciones Unidas.
Algunos provenían de los grupos de partisanos judíos de Europa oriental
que, según testimonian, temían tanto a los nazis como a los grupos
partisanos rusos o polacos. Enfrentados por la guerra, nazis y
comunistas compartían sin embargo su odio visceral y ancestral por los
judíos.
Recomiendo oír el testimonio de una superviviente en el acto de la
Asamblea de Madrid y su relato del trato que recibían los que lograban
escapar del nazismo a la Unión Soviética y al retornar a sus países. A
la luz de lo que estamos viviendo, seguramente muchos estarían hoy
arrepentidos del orden de prioridades en su pasado y pondrían la defensa
de su gente por delante de la ingratitud y el racismo disfrazado de
algunos: Hanita antes que Madrid.
Shabat shalom