Las fiestas del calendario hebreo, aún aquellas más ligadas a sucesos
religiosos como esta de Shavuot y la celebración de la recepción de la
Torá, pueden encararse siempre desde otras ópticas, más cercanas a la
ética e incluso a la ecología. Un ejemplo notable de ello es cómo el
movimiento del kibutz, de raíces laicas y socialistas, reivindica estas
fechas.
Hace muchos años yo vivía en uno de estos colectivos y la fiesta de
Shavuot era una de las más esperadas y alegres, con su evocación del
inicio del verano y de recogida del fruto de los esfuerzos de la
temporada agrícola. Pero, sobre todo, porque en esas fechas, y sólo
entonces, podíamos disfrutar en el comedor comunal de productos lácteos
que el resto del año sólo estaban al alcance de los niños, como yogures
enriquecidos y quesos especiales. Para los menores, la fiesta
significaba el final del ciclo lectivo (antes de los exámenes) y,
prácticamente el inicio de las vacaciones y, lo más importante, la
apertura de la piscina. Más que Matán Torá (la recepción de la Torá) aquello parecía Simjat Torá (la alegría de la
misma).
En mi Argentina natal, la diferencia de hemisferio y estaciones
creaba paradojas de evocaciones veraniegas en tiempo de temporales
invernales. Canastos frutales en los hombros, danzas israelíes y alguien
disfrazado de Charlton Heston en “Los diez mandamientos” sujetando unas
cartulinas en forma de Lujot Habrit, las tablas de la Ley, que
contienen el decálogo ético básico del judaísmo. Hace pocos años, en el
escaparate de una tienda de judaica, vi un flotador con esa forma de
sorprendente y perfecta metáfora: sólo aferrándote a la Torá estarás a
salvo y no te hundirás.
En la antigüedad, Shavuot era una de las tres fiestas de
peregrinación al Templo de Jerusalén. Las otras dos (Pésaj y Sucot)
también están vinculadas al desierto y la salida de la esclavitud, lo
que nos da la pauta del valor que se le otorgaba como una de las señas
de identidad de un pueblo unido, no de meras tribus como las que habían
bajado años antes a Egipto en busca de mejores pastos. Un pueblo que
emerge desde las restricciones (como la falta de levadura para amasar el
pan durante Pésaj o las cabañas de techos endebles de Sucot) y desde el
caos de la identidad (cuyo clímax es la adoración del becerro de oro
mientras Moisés recibe los dictados divinos en el monte Sinaí).
Pese a que estos relatos se sitúan cronológicamente hace miles de
años, de manera inconsciente seguimos muy de cerca los rituales
primigenios, reservando sólo para estas fechas el deleite con las
primicias que la naturaleza nos regala y los productos que elaboramos a
partir de ellas, como aquellos yogures de colores; o cuando los alumnos
se examinan y se valora no sólo sus conocimientos, sino también su
conducta ética, su respeto a los “mandamientos” sociales. Cuando miramos
atrás con nostalgia mientras recogemos el resultado de nuestras
acciones vitales, más o menos dulces, más o menos amargas.
Shabat shalom y Jag Shavuot Sameaj. ¡Felices fiestas!
Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad
Para acceder al boletín de la programación completa de Radio Sefarad del 24 al 30 de mayo de 2014, pulse aquí
La Universidad de Barcelona alberga Jornadas anti Israel
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Hace 1 día