El honor, como la pornografía, es a veces cuestión de geografía. La
traducción de una lengua a otra suele despojar a muchos conceptos
abstractos de una serie de valencias que los definen. No es lo mismo,
por ejemplo, lo que significa el honor en español, en hebreo o en árabe.
En nuestra lengua, el honor tiene que ver principalmente con el
respeto: hacia nuestra persona, nuestros derechos e, incluso, nuestros
antepasados. En hebreo, la palabra equivalente es kavód y sorprende descubrir que tiene la misma raíz etimológica que hígado (kavéd) y peso (kóved).
En cuanto a la primera de estas palabras hermanas, el imaginario del
hebreo (una lengua semítica milenaria) suele atribuir conceptos
abstractos a diferentes órganos internos: por ejemplo, la moral y la
ética residen en los riñones (musár klayót), mientras que la
morada del honor sería el laboratorio de nuestro hígado. El atributo del
peso, por otra parte, puede incluirse en expresiones como kóved rosh (literalmente, el “peso de la cabeza”, pero
que significa rigor) o kved lev (literalmente, “de corazón pesado”, obstinado). El peso del kavód
sin duda está detrás del concepto cristiano del honor, al que aludimos
antes, que permeó primero en el latín (de donde viene la expresión Honoris Causa,
en base a sus logros honoríficos, que acompaña a algunos doctorados
universitarios) y se transformó al español en otras palabras
emparentadas como honra, honestidad e incluso denostar (“deshonestar”).
En árabe, por el contrario, el honor se expresa por medio de dos palabras: sharaf e ‘ird.
La primera denota tanto el honor de la unidad social, la tribu y la
familia, como el de los individuos, y está sujeto a fluctuación positiva
o negativa. El sharaf de la familia puede elevarse mediante
comportamientos modélicos tales como la hospitalidad, la generosidad, el
valor en el combate, etc. El ‘ird solamente designa el honor
de las mujeres, y su valor sólo puede menguar. Un comportamiento moral
ejemplar no puede reforzar el ‘ird de una mujer, pero la conducta contraria puede acarrear daños irreparables. El ‘ird prevalece sobre el sharaf, afectando gravemente al honor de la familia. En consecuencia, la violación del honor de una mujer requiere una
acción drástica que puede terminar con su muerte. Pero no es único caso de asesinato por honor.
El sharaf tradicional se ha transformado en nuestros días en
un concepto por el cual, cualquier situación en la que uno no consiga
imponer su voluntad o creencia, se considera ofensiva. Por ejemplo, si
uno vive como extranjero en otro país y le obligan a expresarse en el
idioma nativo, o a adquirir sus costumbres sociales y sus leyes (por
ejemplo, la prohibición de usar burkas o de practicar tradiciones de mutilación genital femenina como la ablación), se viola su honor, se atenta contra su sharaf.
Y qué decir si a un pueblo árabe no le dejan masacrar o expulsar al mar
a otro que no lo es: entonces se sufre una humillación, un desastre a
veces tildado de nakba. Y en la concepción islamista actual, el honor mancillado “exige” sangre. Exige muerte Honoris Causa.
Lo que para nosotros es terrorismo y horror, para otros es la única
manera que tienen de entender el respeto y el honor, traducido de la
manera más perversa.
Shabat Shalom!
Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad
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